Nivel intermedio
La etimología del vocablo café deja al descubierto un extenso recorrido que comienza con el árabe clásico qahwah, continúa con el turco kahve y llega hasta el italiano caffe, antes de adquirir la forma que lo distingue en el idioma español. El café, cuenta su definición, es el nombre de la semilla del cafeto, un árbol que crece naturalmente en territorio etíope y que pertenece al grupo de las rubiáceas. El cafeto posee entre cuatro y seis metros de alto, presenta hojas opuestas de tonalidad verduzca, sus flores son blancas y sus frutos se exhiben en baya roja. La semilla de este árbol, es decir, el café, suele medir cerca de un centímetro, siendo plana por una parte y convexa por la otra, con un surco longitudinal. Su color es amarillo verdoso.
Por la extensión del término, se conoce al café como la bebida que se elabora mediante la infusión de esta semilla tostada y molida, es una bebida socializadora, ya que las personas suelen reunirse en torno a la práctica de beber café.
Su historia comienza en el Cuerno de África, en Etiopía, donde el café tuvo su origen en la provincia de Kaffa. El mismo se descubrió en el año 300 d.C., y a lo largo del tiempo se ha visto de diferentes maneras; desde un remedio medicinal mágico hasta una bebida oscura producto del demonio y prohibida por eso mismo.
Una de las leyendas más extendidas y populares sobre el descubrimiento del café es protagonizada por Kaldi. Se trata de un pastor que vivió en la Etiopía del 300 d.C., quien observó, cómo su rebaño de cabras se mostraba de una manera muy extraña, muy enérgica y viva, tras alimentarse de los frutos de un arbusto desconocido. Tras observar este comportamiento, decidió también él mismo, ingerir y probar las bayas rojas de la planta, sintiéndose así expresivamente lleno de energía y excitación.
Kaldi, muy extasiado y expectante, llevó algunos de estos frutos y ramas al superior religioso de un monasterio cercano, los monjes al recibirlos, hirvieron las bayas y probaron la infusión resultante, descubriendo así, que con ella se mantenían despiertos y con energía. Así, lo utilizaban de estimulante, para mantener la vitalidad o quedarse despiertos también por las noches para rezar. Además, de casualidad, también se dieron cuenta de que estos granos se podían tostar, y que la bebida elaborada a partir de los granos tostados, producía el mismo efecto y tenía un sabor más agradable.
Años después, en el siglo XV, gracias a los registros que se tienen de la comercialización del café entre Etiopía y los Monasterios Sufustas de Yemen, se sabe que la bebida se consideró sagrada, lo que favoreció su expansión poco a poco.
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